(Lunes, Septiembre 30, 2013 - 19:14)
En el mundo guaraní los Arakuaa y ÑeeIya reta (los que manejan el don de la sabiduría y la palabra) suelen decir que, “cuando el papel habla, tu voz ya no se escucha y tu espíritu anda vagando en un mar de seres que no hablan por la boca, sino a través de las letras”, teorema conmensurable dependiendo de con qué ojos se mire y oídos se escuche, irrefutable para el guaraní. Sin embargo, considerando la situación y la forma, será a través de las letras en el papel que hablaré para responderle al señor Víctor Hugo Quintanilla Coro sobre algunas imprecisiones expuestas en su artículo “La ‘transformación’ de la educación en el Estado ‘Plurinacional’ de Bolivia”, publicado en septiembre de 2013 en el periódico digital bolpress.
El señor Quintanilla Coro, intelectual y académico de la UMSA, cae en algunas imprecisiones –no se sabe si intencionalmente o por falta de información- que merecen ser aclaradas por respeto a los lectores en general y a las naciones indígenas originarias en particular, sobre todo con respecto a los Consejos Educativos de Pueblos Originarios de Bolivia (CEPOs). Y así lo haré en este artículo, respondiendo como un guaraní que ama a su pueblo y lo defenderá siempre, aunque sin dejar de reconocer sus virtudes e imperfecciones.
Un primer punto que interesa aclarar es el sentido de la siguiente afirmación de Quintanilla: “…en estricto sentido, los CEPOS, en los que el viceministro piensa como las ‘propias’ organizaciones de los ‘propios’ pueblos indígenas, pues simplemente no son organizaciones indígenas, (aunque sí hay que aceptar que sus miembros viven en uno y otro pueblo indígena)…”Al respecto, parece importante recordarle al autor que aquello que piense o deje de pensar un viceministro, sea quien sea, no tiene ninguna relevancia para la realidad orgánica de los CEPOs y, de seguro, tampoco la tiene para muchos indígenas que de veras se interesan por su pueblo y que no se deben al gobierno. Por lo tanto esa frase sólo expresa una apreciación subjetiva del articulista. No obstante, el tema da lugar a analizar los prejuicios que mantienen algunos académicos frente a las organizaciones indígenas. ¿Qué se necesitará, según Quintanilla, para que una organización indígena demuestre que es tal? ¿Será que debe presentar su registro en un libro al estilo sindical? ¿Será que debe evitar todo contacto con el aparato estatal? ¿Será que sus dirigentes deben usar la vestimenta típica y hablar sólo en lengua originaria para que sean reconocidos como indígenas? ¿Será que deben permanecer en las comunidades del área rural y no acercarse a las ciudades, menos a la sede de gobierno? ¿Será que deben permanecer en silencio frente a los profesionales universitarios? Al parecer la apreciación de Quintanilla está desfasada en el tiempo y revela una postura colonial. No otra cosa se puede decir de quien se atribuye, desde la comodidad del escritorio, el derecho a cuestionar la pertenencia de los CEPOs a sus respectivas naciones y pueblos indígenas originarios. Esta actitud típicamente colonial expresa la falta de respeto que mantienen ciertos académicos por la historia de los pueblos y sus organizaciones, y, en este caso específico, por tantos hombres y mujeres que lucharon y luchan por una educación con pertinencia cultural.
El segundo aspecto que interesa esclarecer del artículo en cuestión está contenido en la siguiente oración: “Los CEPOS son los Consejos Educativos de los Pueblos Originarios de Bolivia, pero ninguno de los directivos y técnicos de los consejos ni los contenidos de su desarrollo institucional es decidido ni por CIDOB (Confederación de Pueblos Indígenas de Bolivia) ni por CONAMAQ (Consejo Nacional de Ayllus y Markas del Qullasuyu), así como tampoco ninguna de las actividades pro-gubernamentales….”. Salta aquí a la vista la desinformación del académico o la voluntad que tiene de confundir a los lectores. Todo aquel que conoce algo de participación social en educación entiende que los CEPOs están organizados en el marco de sus organizaciones matrices nacionales y regionales. En el caso específico de los CEPOs de tierras bajas, existen procedimientos propios que los vinculan orgánicamente y de manera directa con sus organizaciones matrices regionales. Por ejemplo, dentro de la estructura de la Asamblea del Pueblo Guaraní (APG), el Secretario de Educación pasa automáticamente a ser el Presidente del Consejo Educativo del Pueblo Originario Guaraní (CEPOG) y los demás directivos se eligen en un congreso educativo de la nación guaraní. Así como el CEPOG, los otros consejos tienen sus particularidades y sus semejanzas; todos tienen en común la responsabilidad de representar en temas educativos a sus respectivas naciones y están reconocidos en la ley 70, artículo 90, inciso c, como instancias de participación social en educación.
Ahora bien, si el CEPOG es parte de la APG, y ésta es una de las regionales de la CIDOB, ¿cómo se puede afirmar que esta última no se toma en cuenta para las decisiones? Quintanilla, tan informado que pretende estar como intelectual y académico universitario, ¿conoce algo de la manera en que los CEPOs construyen sus propuestas educativas? ¿Tiene alguna idea acerca de las reuniones y encuentros de reflexión, debate y concertación de planteamientos educativos que realizan con los secretarios de educación de la CIDOB, CONAMAQ, CSUTCB, CSCIB y CNMCIOB-BS? Si esta aclaración le resulta insuficiente, le invito a revisar los acuerdos que se firman de forma conjunta o darse la molestia de preguntar a los dirigentes de las organizaciones mencionadas. Pero no sólo eso, le aconsejo realizar un análisis académico, serio, respaldado en información producida por fuentes confiables, del grado de incidencia logrado por los CEPOs al haber incorporado en la ley 70 casi todas las propuestaseducativas y lingüísticas que recibieron por mandato de las NPIOs. Su apreciación, a la luz de los hechos, resulta sesgada y poco seria. Antes de que incurra en una próxima, quiero invitarle a reflexionar sobre el blanco al que apuntan sus dardos, pues creo que sus diferencias con autoridades del Ministerio de Educación no tendrían que obnubilarle juicio al extremo de estrellarse contra las organizaciones indígenas.
Un tercer elemento a considerar es el tema de la normalización lingüística, sobre el cual Victor Hugo Quintanilla asevera lo siguiente en el artículo citado: “En nuestro medio al parecer, los imaginarios normalizadores de las lenguas nativas han obviado la pregunta de quién o quiénes deben normalizar una lengua. Tampoco han considerado la competencia lingüística y otros requisitos necesarios para la normalización de una lengua de tradición oral. Los pretendidos ‘técnicos’ y algunos entusiastas dirigentes de turno de los llamados CEPOS se atribuyeron y asumieron este enmarañado y espinoso labor de normalización, con la sola condición de hablantes de la lengua. De hecho, la condición de hablante de una lengua no faculta ni garantiza una empresa de tan delicada y magnitud…”. Coincido plenamente en que la normalización de una lengua exige la participación de dos tipos de actores fundamentales: los hablantes, que son propiamente los dueños del idioma, y los especialistas, es decir los lingüístas que han estudiado a fondo temas generales y específicos sobre la lengua que se pretende normalizar. Pero no veo de dónde sacó la idea de que técnicos y directivos de los CEPOs asumieron por sí solos la tarea de normalizar la lengua, apelando únicamente a su condición de hablantes. ¿Cómo puede afirmar semejante cosa si bien sabe él que los CEPOs propiciaron la creación del Instituto Plurinacional de Estudio de Lenguas y Culturas, así como los Institutos de Lengua y Cultura para cada nación, con el propósito de contribuir a que se normalicen las distintas lenguas originarias con la participación, justamente, de los actores mencionados? ¿Tal vez, según Quintanilla, habría que dejar que intereses ajenos al futuro de las lenguas originarias prolonguen por más décadas los debates que han paralizado hasta ahora las decisiones más importantes sobre su escritura, como sucedió hasta ahora con el aimara y el quechua? ¿Conoce algo este autor sobre las lenguas originarias de tierras bajas y el peligro de extinción al que están expuestas? ¿Sabe al menos algo sobre el Diccionario etimológico y etnográfico de la lengua guaraní hablada en Bolivia (guaraní-español) (2011), que tuvimos a bien escribir junto a Elio Ortiz? Le aseguro que este trabajo no es fruto del entusiasmo, sino del esfuerzo de muchos años recorriendo nuestras comunidades para recoger las palabras y trabajar en su etimología. Y, aunque usted no lo crea, comenzamos simplemente con nuestros conocimientos de hablantes de la lengua guaraní, en el camino fuimos aprendiendo los pormenores de la lingüística, recibiendo el apoyo de académicos e intelectuales que, en lugar de frenar la iniciativa y dudar de nuestra capacidad, nos alentaron siempre a seguir adelante. Quiero aconsejarle a usted seguir este ejemplo y, en su calidad de intelectual quechua, apoyar con sus conocimientos académicos a los dirigentes jóvenes y adultos de las comunidades de la nación quechua para que escriban, propongan ideas, realicen aportes, sin temor a equivocarse. Cuando el papel habla, así se entiende.
FEUNTE:
http://www.erbol.com.bo/opinion/guarani/cuando_el_papel_habla